De estilo rococó, guarda la Imagen de la Virgen del Rosario. Es del tipo camarín sobre cripta con una boca central que deja ver la imagen de la Virgen desde que se accede al Santuario. Mención especial a las valiosas pinturas que lo adornan, datadas del siglo XVIII y al suelo del mismo, hecho de barro cocido.
En la cabecera de la iglesia, se encuentra el camarín rococó que guarda la preciosa imagen de la Virgen del Rosario, del escultor sevillano D. José Fernández Andes. Este camarín es del tipo de camarín capilla sobre cripta. Es de planta poligonal irregular, de ocho lados, de cuyos ángulos arrancan los arcos que se encuentran en el centro en una clave. El lado mayor de este camarín es el del transparente, de longitud equivalente a la máxima anchura de la estancia; seis lados menores, iguales dos a dos y otro lado, el del foco de luz. En alzado, se estructura interiormente a base de pilastras bajas con quebrado entablamento al que se superponen pequeñas porciones de pilastras que prolongan las anteriores y sobre las que apoya una cornisa también quebrada. Se cubre con bóveda rebajada de casquetes con aristas resaltadas por nerviaciones planas que confluyen en la clave.
El transparente está iluminado por una única ventana situada en la parte opuesta a la embocadura. La clave, los radiales de la bóveda, las pilastras, cornisas y entablamentos, aparecen intensamente adornados con elementos característicos rococó: dorados, molduras , espejuelos, rocallas, cornucopias, etc.. La embocadura por donde se ve la imagen de la Virgen es sencilla pero recubierta de rocallas y espejos. Las superficies triangulares de los casquetes y todos los lienzos de los muros se hallan totalmente cubiertos por pinturas con escenas de la Vida de María y de Jesús en las primeras, y con temática del Antiguo testamento en los segundos; los fustes de las pilastras tienen pintadas pinturas simbólicas y decoración vegetal. Una inscripción pintada en la pared indica que se acabó de dorar en 1763. Iconográficamente se diferencian tres niveles: el inferior que se sitúa en los paramentos verticales, desarrolla escenas de la creación, con el tema de Eva, la primera mujer como antecedente y la alegoría de la Virgen María. El segundo nivel se localiza en las secciones del friso, y el tercero en la bóveda con escenas de la vida de la Virgen, en su mayoría misterios gozosos y gloriosos. En las pilastras, ángeles dentro de un fondo nos presentan distintos símbolos de la letanía lauretana.
Estas pinturas han sido estudiadas por Sánchez Ferrer en su artículo "Pintura mural de mediados del siglo XVIII, el camarín de la Virgen del Rosario en Hellín" en donde hace un estudio de ellas, publicado en Albasit, Revista de Estudios albacetenses, número 45 , Diciembre 2001. Muy interesante me parece el suelo del camarín, de barro cocido con incrustaciones de cerámica azul en las esquinas. Esta cerámica estaría hecha probablemente en Hellín, pues no hay que olvidar la gran tradición alfarera que tenía nuestra ciudad en los siglos XVI-XVII y XVIII, como nos atestigua una cita de D. Alfonso Santamaría Conde en su libro "La Iglesia de Santa María del Salvador de Chinchilla". En este libro, se dice que "en el año 1777 se hicieron reparos y retejos en la Capilla Mayor de la Iglesia de Chinchilla por el maestro Jacinto Lario por valor de 3267 reales y 9 maravedíes, entre los que cabe destacar un conjunto de 15.000 tejas barnizadas traídas de Hellín"(libro de Fábrica de la Iglesia de Chinchilla número 3).
En el suelo del camarín encontramos losas de barro cocido, hechas a mano, de forma octogonal, uniendo estas losas de cuatro en cuatro mediante una pequeña loseta cuadrada, de fondo blanco lechoso con diversos motivos en azul ciano, que aparecen circunscritos por cinco círculos concéntricos, dos azules, uno amarillo más grueso y dos azules más externos. La temática de los motivos es muy variada aunque no demasiado realista, dichos motivos están inspirados fundamentalmente en flora, fauna y motivos geométricos. Así pues podemos distinguir cuatro grandes grupos:
También muy interesante es un paño de cerámica que hay en el suelo delante del retablo, testigo del antiguo suelo que cubría el presbiterio. El fondo es blanco lechoso decorado con motivos vegetales en tonos azul añil, que recuerdan el motivo de la colleja muy utilizado en la cerámica hellinera. Este suelo fue recuperado por Dña. María del Carmen Tomás Buendía, anterior presidenta de la Cofradía del Rosaria, el suelo estaba cubierto por una tarima de madera, y al retirarla por iniciativa suya apareció en muy mal estado, se limpió y siguiendo su criterio, muy acertado, se conservó tal cual como testigo del antiguo suelo que cubría el presbiterio. También es de destacar las dos bellas puertas barrocas que dan acceso al camarín con profusa decoración en talla, con temas vegetales y animales, en tonos azulados y rojizos, destacando por su belleza dos parejas de aves afrontadas, que podrian ser palomas o pavos reales. No quiero pasar sin ahondar en el tema de los camarines tan característico de nuestro barroco español.
En el libro "Arquitectura de la Provincia de Albacete" editado por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, y escrito por los profesores D. Luís Guillermo García-Sauco, D. José Sánchez Ferrer y D. Alfonso Santamaría Conde, se define el concepto de camarín como un pequeño recinto que se adosa a la parte trasera de un retablo y a cierta altura del suelo para colocar en su centro o parte delantera una imagen casi siempre la titular del templo. Es una forma de hacer accesible la imagen al fiel, a través de la característica hornacina principal que tienen la inmensa mayoría de los retablos barrocos. Posteriormente, aparece el transparente que posibilita la percepción de una imagen fuertemente iluminada por una luz natural procedente de una ventana abierta tras ella. El Barroco tanto en escultura como en pintura y en arquitectura, dio una gran importancia la luz y la iluminación. Utilizaban la luz para suscitar estupor y misterio y para producir sensaciones visuales sugeridoras de lo sobrenatural e intensificar en él observador sentimientos espirituales.
La imagen, ante un intenso contraluz, se recorta y queda envuelta en claridad, produciendo la sensación de que flota en el espacio y proporcionando a la imagen un resplandor de sorprendente teatralidad que induce al fiel hacia lo maravilloso y celestial. Estos camarines como todo el barroco responden a la idea del Concilio de Trento de llegar a los fieles por medio de la exaltación de los sentimientos y no por la razón como propugnaba la Reforma protestante. En el camarín, se crea un espacio trascendente y simbólico en el que el creyente se sitúa al nivel inferior, tierra, frente a la imagen que está en un nivel superior, iluminada por una especie de aura casi mágica. Esto propicia la posibilidad del milagro y aumenta la religiosidad del fiel. El pueblo adora estos camarines en donde pueden contemplar de cerca la imagen objeto de su devoción y besar rosarios y mantos. Además en los camarines, como ocurre en el de Hellín, se guardaban los vestidos y las alhajas que la piedad pública regalaba a la imagen. De esta forma el recinto se convertía en tesoro, vestidor y habitación íntima a un tiempo.