Primer Domingo de Adviento: La salvación
"Ustedes saben en qué tiempo vivimos y que ya es hora de despertarse, porque la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está muy avanzada y se acerca el día. Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz"
La Virgen María, como el pueblo judío, esperaba la venida del Salvador, rezaba, leía, meditaba y guardaba las Sagradas Escrituras en su corazón. Nosotros como familia nos preparamos para dar nuestro "Si" unidos a María en la Anunciación.
Segundo Domingo de Adviento: Custodiar el corazón
"Que el mismo Dios de la Paz os consagre totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida del Señor Jesucristo. El que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas" - Palabra de Dios.
María fue presurosa a servir a su prima Isabel ya que el ángel le avisó que de ella nacería un niño: Juan Bautista. No temió la distancia y las dificultades. Respondió con un amor que se hace servicio y que une corazones.
Tercer Domingo de Adviento: Mantener la esperanza
"Estén siempre alegres en el Señor; se los repito, estén siempre alegres. Que su mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca". Palabra de Dios
La Virgen vuelve a viajar, lejos de su familia y amistades, obedece el mandato del emperador... En Belén ella y San José no encuentran sino rechazo. Todo parece salir muy mal... Por menos algunos matrimonios se han divorciado. Pero ellos no pierden la esperanza.
Cuarto Domingo de Adviento: Pronto nace el Salvador
"Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento." "Palabra de Dios"
La Virgen y San José, con su fe, esperanza y caridad salen victoriosos en la prueba. No hay rechazo, ni frío, ni oscuridad ni incomodidad que les pueda separar del amor de Cristo que nace. Ellos son los benditos de Dios que le reciben. Dios no encuentra lugar mejor que aquel pesebre, porque allí estaba el amor inmaculado que lo recibe.